La cría del cerdo ibérico se originó en la Península Ibérica, donde los cerdos se alimentaban de las bellotas que caían de los alcornoques y encinas de las dehesas. Esta alimentación, combinada con el clima específico de la región, produce una carne con características únicas: un marmoleado perfecto y un sabor inigualable.
A lo largo de los años, el proceso de elaboración del jamón ibérico ha sido perfeccionado por generaciones de maestros jamoneros. Desde la selección del cerdo ibérico puro, pasando por su crianza y alimentación, hasta el meticuloso proceso de curación que puede durar hasta cuatro años. Todo esto asegura que cada pieza de jamón ibérico sea una obra maestra de la gastronomía.
La tradición del jamón ibérico se enriquece con festivales y ferias que celebran este manjar, como la Feria del Jamón de Aracena o la Feria del Jamón de Teruel, donde los visitantes pueden degustar y aprender sobre las distintas variedades y técnicas de elaboración. Estas festividades no solo promueven el consumo del jamón ibérico, sino que también preservan las técnicas ancestrales y la cultura que rodea a este producto.
En Cortegana Ibérico, seguimos respetando estas tradiciones ancestrales, combinándolas con técnicas modernas para garantizar la máxima calidad en cada producto. Nuestra dedicación a la excelencia se refleja en cada loncha de jamón, que lleva consigo la esencia de siglos de tradición y cuidado.
La historia del jamón ibérico no solo se trata de su sabor y proceso de elaboración, sino también de la conexión con la tierra y la cultura española. Es un símbolo de la riqueza gastronómica de España y un testimonio del arte de la charcutería que ha sido transmitido de generación en generación.