El proceso de curación del jamón ibérico es un arte que combina naturaleza, tiempo y experiencia. Desde el momento en que el cerdo ibérico comienza su vida en la dehesa, se inicia un viaje que culmina en una de las delicias más apreciadas de la gastronomía española. En este artículo, te desvelamos los secretos del proceso de curación que transforman una simple pieza en un jamón extraordinario.
El primer paso de este proceso es la selección del cerdo ibérico. Criados en libertad y alimentados a base de bellotas y pastos naturales, estos animales desarrollan una carne infiltrada con grasa saludable y un sabor único.
Tras el sacrificio, se inicia la salazón, en la que las piezas se cubren de sal marina durante unos días para garantizar su conservación. Luego se lavan y se dejan secar en bodegas naturales. Aquí comienza la fase más larga del proceso de curación: la maduración.
Durante los siguientes meses e incluso años, el jamón ibérico se cura lentamente. Las condiciones ambientales, como la temperatura y la humedad, se controlan de forma natural para permitir que el producto evolucione y desarrolle todos sus matices.
El proceso de curación no es rápido ni automatizado. Es artesanal, con seguimiento continuo, volteos periódicos y controles que aseguran que cada pieza alcance su punto óptimo.
Gracias a este proceso de curación tan exigente, el jamón ibérico se convierte en un manjar de textura delicada y sabor profundo. Cada corte es el resultado de años de dedicación y respeto por la tradición.